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miércoles, 7 de diciembre de 2011

El lago (II)

De pronto, oscuridad.



Su casa, sus recuerdos, su vida entera quedó sumergida por sus lágrimas, provocadas por Miedo y Pasado, por el error de abrazar dos manchas que tenían que haber desaparecido hace mucho tiempo, pero que ahora albergaba en lo más profundo de su corazón.

Dentro de si mismo se libraba una gran batalla, una batalla por la supervivencia del más fuerte, de sus instintos y sus sentimientos.

-¡A la carga!-Ordenó Pasado, precedido de su lugarteniente Miedo, y de sus congéneres, entre otros Celos, Duda, Tristeza...

-¡Aguantad mientras podais!-Gritó Amor, con su corona en la cabeza y preparado para la contienda.


Cuando ambas partes chocaron hubo un gran caos, todos los sentimientos, tanto atacantes como defensores se entremezclaron.

Fué una batalla cruenta, pero al fin apareció el caballero Realidad, que devoró uno por uno los sentimientos atacantes en este orden: Duda, Celos, Tristeza, Miedo y Pasado.



Entonces es cuando el caballero Realidad se volvió a mirar a los sentimientos defensores, y lo que vió fueron bastantes de estos sentimientos dañados, a lo que lo único que pudo hacer fue derramar una lágrima.

Pero lo que vió también fué una oportunidad, ya que Amor había salido intacto de la batalla (ya que era el sentimiento más fuerte).

Entonces Realidad se acercó lentamente hacia Amor, que se mantenía de pie, mirando atónito a su alrededor.

-Señor, la batalla ha terminado, ha habido grandes daños, pero podemos construir una nueva era, una en la que vos seais el único rey, en la que los sentimientos infames que hoy han atacado sean repelidos nada mas conocer su existencia.

-Mi noble Realidad, eso es cierto, y así se hará, plasmaré las condiciones que regirán a partir de hoy en una declaración de intenciones, pero antes debo hablar con vos, habéis provocado grandes daños a este lugar, pero creo que también sois necesario a partir de ahora, asi que a partir de hoy os nombro mi consejero, pese al sentimiento al que pese.

-Será como vos deseéis.

Entonces el hombre dejó de llorar, había expulsado las manchas a las que había abrazado, que yacían inmóviles en el suelo frente a él.

CONTINUARÁ.

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