Él se levanto, como cada mañana, aterido por el frío y la confusión que a todos nos afecta recién despierto, se incorporó, y, tras dar gracias por poder ver un nuevo día, se calzó las zapatillas, dispuesto a hacer de aquel día uno nuevo.
Tras desayunar decidió ir a dar un paseo, tras ver aquel lago desde su ventana, con aquellas cumbres montañosas a lo lejos.
Se preparó a conciencia, sabiendo que haría frío detrás del umbral de su puerta, que, una vez cerrada, notó que jamás volvería a poder abrir con la misma llave.
Con toda la despreocupación del mundo comenzó a caminar, dejando que sus pies hicieran el camino, sin dirigirse a ninguna parte.
Pero allí encontró un par de pequeñas manchas negras en el suelo, y notó que lloraban.
-¿Qué os pasa pequeñas manchas? ¿Cómo os llamais? -Preguntó.
-Yo soy Miedo,
y mi compañera se llama Pasado
-Respondieron las pequeñas manchas.
-¿Qué os sucede? ¿Por qué llorais? -Volvió a preguntar en su ignorancia.
-Hemos sido desdeñadas, por eso necesitamos un abrazo.
-Pero, ¿Eso os ayudará? ¿Al menos os consolará?
-Sí, es lo único que necesitamos.
Al abrazar a las pequeñas manchas, aquellas comenzaron a penetrar en el alma del pobre hombre, que impotente ante aquella situación lo único que pudo hacer fué resignarse a que aquellos sentimientos entraran en su cuerpo.
Entonces escuchó una voz proveniente de su interior:
-Tú, desagradecido, tú nos desdeñaste, tú te olvidaste de que existíamos, por eso te haremos tanto daño como podamos, y haremos que llores todo lo que nosotros no hemos llorado, haremos que tu bonita cabaña se sumerja en tus lágrimas, haremos que tus lágrimas desborden este lago que Pasado empezó a llenar, y destrozaremos tu vida hasta que no tengas una.
En ese momento, el hombre comenzó a darse cuenta de todo, pero ya empezaba a ser tarde, ya había comenzado a derramar sus lágrimas, y se encontraba sentado en la fría piedra de la realidad.
CONTINUARÁ...
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